Wednesday, August 23, 2006

LA TIERRA DE LA ABUNDANCIA
Después de conocer la imponente belleza de cascada Valencia, nos dirigimos a Camarones, en la Guajira sur occidental, a unos 30 minutos de Riohacha. Aunque la guajira es reconocida en todo el país por ser la zona del contrabando, el territorio de la comunidad Wayuu y donde se produce el carbón de la mina del Cerrejón, la guajira es un lugar tan diverso como complejo.

Gracias a la constitución de 1991, la Guajira es un territorio con leyes autónomas que permiten el desarrollo de la comunidad Wayuu en convivencia con los colonizadores del interior y con el guajiro puro, que muchas veces no es más que un Wayuu civilizado, nos explicó un guía de la zona. Como tierra colombiana que se respete, lastimosamente conviven en ella grupos armados ilegales debido a su ubicación estratégica y su alta diversidad de posibilidades productivas. La guajira ostenta de ser una tierra de necesidades y de abundancia. Ejemplo de esto es el pueblo de Camarones.

Para llegar a camarones pagamos $3000 pesos por persona en una buseta donde empezamos a sentir el sabor del vallenato. Es importante resaltar que aunque el vallenato tiene sus raíces en el Valle (Valledupar), la guajira es el lugar donde nacen los grandes cantautores, entre ellos el Cacique de la Junta, Diomedez Díaz. Si hay un lugar en Colombia donde suene de verdad el vallenato ese es la Guajira.

La carretera hacía camarones (la vía que conduce de Santa Marta a Riohacha) es un viaje con vista al mar atlántico, en el camino se ven Kogis que caminan en dirección a sus población en lo alto de la Sierra Nervada (la sierra es mitad del Magdalena y mitad de la Guajira), y en cuestión de minutos se va sintiendo el cambio hacía un paisaje más calido, menos montañoso, tierras más áridas, y un calor infernal que contrasta con un fuerte viento del desierto.

40 minutos después entramos a un pueblo donde el carro debe esquivar los arrumes de camarón secándose al sol del medio día, en las casas las puertas están abiertas y en ella se ven hombres acostados en sus hamacas (las mujeres están cocinando), porque en camarones no se trabaja en el día, se trabaja de noche, y no se trabaja en jornadas de 8 horas cada día, como nosotros, sino que después de una noche de buena pesca pueden venir eternidades de hamaca, ron, domino, y como dijo uno de estos guajiros “hay que atender a la mujer”.

De pronto el carro se detiene y nos avisan que estamos a punto de llegar. Debemos coger una pequeña balsa que cuesta $500 pesos por persona para que nos trasladen al Santuario de Fauna y Flora. En una casa de barro y yotojoro (cuando el cactus de la guajira se seca, se abre y se saca una madera que es la base de la arquitectura de la Guajira) hay un parlante en forma de edifico de donde salen las letras de despedida a uno de los ídolos de la región, Kaleth Morales, una canción en la voz de su padre, Miguel Morales: “aaaayayayay Kaleth, te sigo queriendo, aaaayayayay Kaleth te sigo queriendo”. Un grupo de niños canta la canción con mucha emoción.

El mar es café, hay muchas embarcaciones descansando arrulladas por la entrada del mar, una de ellas se llama San Tropel. Nos montamos en nuestra embarcación, un guajiro de camiseta del Santa Fe nos da la bienvenida y nos pregunta si venimos de Bogota o de Medellín. Cuando le dijimos Cali se sorprendió, “Cali, por acá nunca viene gente de ese lado, ¿eso queda cerca a Ecuador cierto?

El Santuario de Fauna y Flora los Flamencos es una extensión de playa virgen y dos lagunas de agua salada en donde variedad de pájaros se alimentan, la zona es protegida por el estado debido a su importancia ambiental, el más mínimo daño al ecosistema generaría un colapso en el ciclo de vida de los pájaros que lo visitan. Aunque la verdad es que si quiere ver flamencos es mejor que suba hasta la alta guajira, un lugar llamado Musiche, a unos minutos de Manaure, lugar donde se puede convivir con los flamencos más fácilmente. En el santuario se pueden ver los flamencos pero a punta de zoom.

Nos recibe un atardecer de postal, el sol va dejando un destello de luz amarilla en su visita a la Sierra Nevada de Santa Marta. Algo que no se puede dejar de hacer en este lugar es salir a pescar con los guajiros. La jornada empieza a las 11 de la noche y termina a las 5 de la mañana, y está ritualizada por el trago de la zona: el chirinchi, un garrafo por 4000 pesos.

Los primeros que entramos al mar fuimos Carlitos y yo, son unos 10 minutos mar adentro aunque a uno se le hacen un segundo (no se ve nada, cuando se prende la linterna solo alcanzamos a ver el brillo del plancton), la barca empieza a hacer un semicírculo en dirección de retorno, en ese momento el guajiro nos dio la orden de tirar la red, y ocho minutos después volvíamos a ver la orilla, al bajar de la lancha los demás pescadores empiezan a recoger la red, cuando la red llega ha arrastrado rayas (nos paramos en ella, uno piensa que es gelatinosa pero es bastante compacta), peces de todos los tamaños y colores, aguamalas (descubrí q se pueden coger por fuera del agua y no hacen nada), pulpos y por supuesto, camarón a la lata.

Por esta razón un seviche cuesta $4000 pesos, lo que en playas más turísticas como Cartagena y San Andrés puede costar entre $10.000 y $12.000 pesos. Camarones ha sido un gran descubrimiento, un lugar sin tiempo, la tierra de la abundancia.