Thursday, April 27, 2006

Parque tayrona.
los años se te ven en las siluetas de arena y piedra
el agua agitada de tus playas me hace sentir insignificante
la magia de tu corazon me hace olvidarme de toco
(o mas bien recordarlo todo)
no puedo llorar ni tampoco reir
lo unico que hago es divagar
que soy, que somos, que hacemos, donde estamos
Dice un mito kogi que el amanecer es la vagina de la mama grande (hermoso simbolo ese), he visto el amanecer muchas veces en mi vida, ninguno sera igual despues de este. la vagina de la mama grande.
Noches enteras debajo de una palma de coco, días enteros entregados al sonido del mar y al ardor del dialogo interno, palabras ajenas, desconexión del tiempo. Carlitos me pregunta cosas, carlitos pendiente del celular, carlitos siempre tan amable, carlitos se quedo sin hamaca, carlitos durmiendo en el piso, pobre

carlitos, la lluvia, la noche, los sancudos; carlitos se levanto un día sin entender porque tenía pereza.
Tayrona, lugar sagrado, es una lastima que hayan llegado los empresarios, el orden y la rutina empezaran a cegarte, se fueron las culebras, llegaron las motosierras; se fueron los nativos, llegaron los paisas; se fueron tus bajos costos, llegaron las bonanzas; algun día tenía que pasar, algún día llegaría tu final, algún día llegaria la luz en medio de la oscuridad.

Sunday, April 23, 2006

Se levanta la mañana. Alejandra, Carlitos y Cristian están extasiados, por fin pueden apreciar la belleza del lugar.
Iván y yo volvemos a sentirnos extasiados.
Es extraño pensar que volver es como nunca haber estado, aunque esto es una paradoja cuando lo que hacemos todo el tiempo es recordar los otros momentos, como por ejemplo la maravillosa historia que conocimos Chicha, Fercho, Iván, Federico, el señor Termita, y yo hace un año. La historia del Motorraton de Mocoa.

Una noche estábamos reunidos en la sala de nuestro campamento – una obra maestra realizada por Chicha – con Steph, la actriz de The office; el novio de ella, un colombiano que vive en Londres; un Israelita que no hablaba pues estaba asombrado de nuestro carácter exótico; una pareja alemana que se estaba preparando para subir a Ciudad Perdida, se la pasaron desconfiando de nosotros, eran sus primeros días en Colombia.
Era una noche agradable, llena de historias, de risas, de preguntas sobre lo que ellos eran y lo que nosotros somos, cuando de pronto en medio de la oscuridad de la noche y las sombras causadas por la fogata aparece un pelado de no mas de 21 años, camiseta chevignon trajinada, sudadera adidas llena de barro, y nos dice: “me puedo fumar este porro con ustedes”.
Su nombre: Jorge. Hijo de una familia de comerciantes de Putumayo, estudiante de artes plásticas en los Andes, nació en Mocoa, venía solo en moto desde Bogota después de que su novia lo dejo por otro, dijo que se había inspirado en una película colombiana llamada “Terminal”.
La historia se puso mejor cuando dijo que después de ahí iría al Cabo de la Vela, de ahí volvería a bajar hasta Cartagena, de ahí a Caucasia, de ahí a Medellín, de ahí a Armenía, de ahí a Pasto, y de ahí a su natal Mocoa.

Dia quien sabe que: Hoy no hay itinerario, la decisión unánime es la de tocar el mar. Tayrona ofrece todo tipo de playas:
playa para morir, playa para nadar, playa para surfetear, playa para sexo, playa nudista, playa para esconderse – cuentan que hay una playa en el parque tayrona donde vive todo tipo de gente: delincuentes, hippìes, artesanos, solos, solas, locos, cuerdos, bellos, feos, yo nunca he llegado hasta allá, es lo mejor, de pronto le da a uno por quedarse – también hay playa para caretear, para jugar con la familia, para entrenamiento de policías disfrazados de beisbolistas, y pues claro, playa para desembarco de armas y embarco de cocaína, las que antiguamente eran playas claves de la bonanza marimbera.

Thursday, April 13, 2006

Diciembre 16 de 2005.
Se acerca el mar, las palmeras nos dan la señal, la selva humeda nos acompañó por hora y media con maleta al hombro, estamos agotados. Ya suena el mar, sus golpes contra la piedra y la arena, su ir y venir. Estamos ya en la tierra del olvido, la magia de los tayronas empezara a embrujarnos, la desconexión del tiempo, de la modernidad, de la tv, de la oficina, de las leyes...
Escuché hablar por primera vez de tayrona sentado en las piedras del río pance, es mi tercera vez, seguramente mi última vez en mucho tiempo, recuerdo cuando apenas era una ilusión en el saman del Icesi, recuerdo de los planes trazados para llegar acá, las charlas con Memo, las investigaciones por internet, el deseo de romper la barrera entre ese país que todavia desconozco y el que estoy dispuesto a conocer, un argentino me dijo una vez que lo que mas le sorprendia del colombiano que conocía en el exterior era que sabía de todo menos de su país; una inglesa, actriz de la serie "The Office" del canal people and arts me dijo que había conocido Australia, Ibiza, Barbados y que nunca había estado en un lugar como este.
He pasado 35 días en este lugar - sumando las dos veces que he estado, he pasado dos 24 de diciembre: luna llena, fogata en la playa, charla con universos paralelos - todos los días pienso en él, cuando estoy estrezado, cuando la ciudad me abruma con sus odios, con sus egoismos, con sus juzgamientos; hace un año también conocí a una española y una francesa que decidieron conocer todo Colombia despúes de conocer tayrona, decían que un frances daría la vida por tener un luegar así. Tayrona: mi despedida esta a punto de llegar, me abriste las puertas a enamorarme de Colombia, no me interesan los rascacielos ni las efigies, me interesa esta tierra dolida por el amor y la guerra. Los españoles tardaron casi 10 años en poder exterminar a la comunidad tayrona, se inventaron toda clase de ciudades en medio de esta montaña que nace del mar, la comunidad de la Mama Grande, hoy no queda ni uno de ellos, sus descendientes son los kogis y los arhuacos. Aqui estamos nostros invadiendo su tierra, desconociendo sus creencias, venimos a alejarnos de nuestro habitat: la sociedad.

Friday, April 07, 2006


5:00 pm. Diciembre 16 de 2005. Ya estamos dentro del parque tayrona. Nos estamos alistando para caminar hasta el mar. En cada una de las maletas hay comida para un mes de viaje, tres pantalonetas, cinco o seis camisetas, cubiertos, artículos de aseo, hamaca, cuerda, cuchillos, y carpa. Llevamos dos días de viaje.

Sunday, April 02, 2006

DICIEMBRE 16 DE 2005. 4:20 PM.
DEPARTAMENTO DEL MAGDALENA.
TRONCAL DEL CARIBE
Hace dos horas vimos el mar, íbamos en una buseta que va de Cienaga a Santa Marta. Después de una larga curva aparece en su inmensidad; me recuerda hace dos años cuando hice por primera vez este viaje, a mi lado iba un amigo que no veía el mar hace 6 años, ese día se quedo pegado a la ventana, “volví, aquí estoy mar”; en esa oportunidad estuvimos acompañados por Pambele, se montó en el terminal de Cartagena - un terminal que nada tiene que ver con la opulencia de la ciudad turística - nos acompañó hasta Cienaga, no pudimos grabarlo ni hablarle, estaba como borracho. Ese día nos contaron que Pambele no paga bus en toda la costa atlántica, todavía es un ídolo que brilla en el embrujo de esta zona de Colombia.

Hemos salido del terminal de Santa Marta. Llegamos muy tarde y no había buses que salieran para el parque. Solo hemos comido sándwich, cada uno trajo 10 para el viaje, ya se están agriando los que quedan. Alquilamos un taxi por 40.000 pesos, nos salio caro después de negociar por más de una hora. Acaban de multar al taxista por llevar sobrecupo, intentamos persuadir a los policías pero desistimos, no queremos que por nada del mundo nos hagan una requisa.

Faltan más o menos cuarenta minutos de trayecto en carro hasta la entrada del parque. Nuestros cálculos confirman que vamos a llegar de noche al sitio de camping, la idea es que no nos coja la noche caminando, la caminada es mas o menos de una hora por selva hasta el mar, estamos cada vez mas cerca, de vez en cuando a través de la ventana aparece el mar. Tenemos hambre, hay que llegar a ubicar el lugar de camping, montar las hamacas en palmeras que no tengan cocos peligrosos, hay que cocinar, todos tenemos mucha hambre.

En la foto, de izquierda a derecha: Aleja, Cristian, Iván y Carlos.