PEQUEÑOS FRAGMENTOS DE MIS ULTIMOS DÍAS DE RUTA
(lima - Cusco - Machu Pichu)
Atrás quedó esa ciudad sorpresa donde no llueve hace décadas, donde el mar es rocoso, donde la comida de mar se consigue en las esquinas a precios sorprendentes (aunque para serles sincero, la comida de mar colombiana me gusta mucho más porque acá no se utiliza la leche de coco, esencia básica de nuestros platos marítimos). Atrás quedó Lima con su atardecer junto a los acantilados. Atrás quedo la niebla.
La carretera hacía el Cusco zigzaguea por entre las montañas desérticas, a mi derecha se observan condominios junto al mar, playas para turistas, proyectos de hidratación del desierto, y chozas de familias que viven en medio de una nada agobiante. Había viajado antes por los desiertos del norte de Colombia pero el desierto peruano es tenebroso, es una imagen sublime, donde la belleza se mide a través de la complejidad y no es un mero capricho estético, aunque debo decir que la ausencia de verde siempre ha producido en mí fuertes efectos.
El bus tiene dos pisos pero nada que ver con el de Guayaquil a Piura, es por decirlo así, un lechero de dos pisos. A medida que avanzamos vemos a lo lejos el mar, vamos cogiendo ruta hacia la profundidad de los andes, la tierra donde se estableció una de las civilizaciones prehispánicas más inquietantes.
Son casi las 9 de la mañana, el viaje es eterno, he hecho recorridos largos pero este parece no tener fin. Abro la cortina de mi ventana y el paisaje se ha transformado, las montañas desérticas se han convertido en montañas rocosas repletas de nieve. Él bus se detiene. La gente empieza a despertarse. Alguien nos dice que hay un derrumbe. Tenemos que bajarnos.
Estamos en paranamacana. En la cumbre de los andes peruanos. A 5100 msnm, el paisaje es sorprendente, llamas corriendo por las montañas, ancianas indígenas hablando en quechua, extranjeros como nosotros cliqueando sus cámaras con asombro, ríos nacientes, pequeñas casas de colores tristes, y un frío que tortura los huesos. Cabrera y yo buscamos un café, entramos a las posibles tiendas pero lo más cercano a nuestros gustos es la inca cola (que a mí no me gusta pero tiene azuquítar y gas), hay una especie de agua de panela que preferimos no probar.
Son ahora las 7 de la noche. Llevamos 27 horas viajando. Acabamos de conocer a Pauline, una francesa que viaja sola, hace un recorrido por el mundo, fue a Canada, Estados Unidos, Mexico, Panama, Ecuador, Perú, va para Bolivia, luego Argentina hasta la Patagonia, de ahí avión hasta Australia, de ahí ira a Japon, de ahí a China, luego Vietnam , Thailandia y Camboya, para luego subir a Rusia y por ahí ingresar nuevamente a Europa Central y llegar a su país. Un viaje de un año o más, como ella explica. Pauline hace danza contemporánea en Francia, vive con sus padres en una granja cercana a Bourdeux, nos muestra una foto de su granja, es un plano panorámico de un castillo gigante junto a unas caballerizas, nos damos cuenta que granja es su mejor forma de explicar cómo vive. Es una lástima que no haya entrado a Colombia, pero nos conto como en la agencia donde empezó a armar su tour le dijeron que no entrara a nuestro país.
Llegamos de noche. Cogemos un taxi para el hostal, 10 dólares la noche, sin desayuno, cuarto compatido. Las calles son de piedra, me recuerdan a Santa Fe de Antioquia, están iluminadas en un tono naranja que resalta los contrastes de las edificaciones y genera una sensación de oscuridad y luz, es un concepto de iluminación urbana que intenta semejar a la época, recuerden que en esos tiempos se iluminaba con velas y antorchas, esto me recuerda esa fascinante película de Kubrick, Barry Lindon, donde la fotografía se hizo con velas para respetar a la época.
La plaza de cusco, también conocida como plaza de armas, nombre impuesto por los españoles, está rodeada por tres iglesias coloniales, no es gratuito que sean tres, para poder establecer aquí el poder del imperio español se necesitó de toda la fuerza simbólica y militar posible, era como enterrar en las entrañas de los incas la ideología y las creencias europeas, es la prueba de que la cultura inca era fuerte y muy arraigada. Días después descubrí que en cada esquina hay una iglesia, estas hacen parte del recorrido turístico de la ciudad, es como primero encontrarse con la cultura católica para días después recorrer con asombro los espacios milenarios de la cultura inca.
En el tiempo, la plaza de Cusco es reconocida como el centro del imperio del sol, aquí se reunían los incas en ceremonias y actos sociales. En el día la plaza es hermosa, no hay otra palabra, los prados verdes de los andes que adornan su parque, la fuente central alimentada por los antiguos ríos que los incas desviaron debajo de la tierra, fuente que hoy es invadida por extranjeros con sus mates y sus cámaras de fotografía.
Luego de recorrer la ciudad, por sus calles empedradas, sus construcciones en rocas gigantes, y sus diversos cafés y restaurantes, incluso una calle donde el pisco, el faso y cualquier sustancia son ofrecidas. Llego la hora de conocer la simbología inca. Desde 1914, arqueólogos y antropólogos han ido encontrando cada vez más ciudades, templos, edificaciones y espacios de la cultura inca. Hoy son visitables 11 de ellos y otros están en recuperación. Cuentan que un grupo de españoles encontró hace poco un complejo dentro de la tierra, decenas de pasadizos secretos en lo que parece ser una ciudad subterránea, hoy todavía no está abierta el público.
Luego del recorrido por los pequeños vestigios de la cultura inca, espacios como Sacsayhuamán, pizca y otros, nos dirigimos a Machu Pichu. Al ser declarada como una de las siete maravillas del mundo moderno, Machu Pichu es visitado por cientos, miles de visitantes. Japoneses, australianos, norteamericanos, argentinos, chilenos, colombianos, mexicanos, gente de todas partes.
Construida en 1450 por el inca Pachacutec, primer emperador inca, Machu Pichu fue un espacio ceremonial, político y de agricultura. Su construcción fue un complejo trabajo de ingeniería que reunió, a manera de minga, a cientos de incas que aportaron con su trabajo. No es como dicen los historiadores, un escondite, en realidad, como saben los indígenas, hay lugares de la tierra que sobresalen por sus fuerzas energéticas. Fue una apuesta sabia y ambiciosa, que hoy todavía nos habla de la capacidad del hombre para soñar y para interpretar el mundo.
Machu Pichu era habitada por una serie de “plebeyos” que trabajan, gobernaba y adoraban a sus dioses. También por una especie de proletariado, o de trabajadores forzados que eran traídos a medida que la conquista inca se iba fortaleciendo en otros pueblos. Afortunadamente, en épocas de la llegada española, Machu Pichu había perdido importancia estrategia debido a una crisis de sostenibilidad que puso a tambalear los cimientos del poder inca, digo afortunadamente porque muy seguramente hubiera sido destruido, y quiza tendríamos una iglesia católica en Machu Pichu, aunque no creo, tal osadía solo puede ser realizada por un pueblo con tal capacidad de soñar, y digamos que los españoles en lo único que soñaban cuando llegaron a Cusco era en el oro.
Desde que cruce la frontera Colombia Ecuador, el cambio de moneda ha sido sorprendente. En ecuador mis pesos se convirtieron en dólares, en un momento en que el dólar no anda bien, y en un país relativamente barato. Basta decir que en montañita una noche nos costó 3 dólares. En Perú la cosa se puso mejor, la plata se multiplico más y más, la comida es barata, la dormida igual, y ni hablar del transporte. Si algo caracteriza los costos de Colombia es el transporte, la gasolina es cara. Así y todo, Machu Pichu es el paseo más costoso de todo el viaje, el viaje un día cuesta 126 dólares, y eso es yéndonos en bus hasta ollataintambo (lo recomiendo porque es un viaje increíble a través del valle de los incas), y de ahí tren hasta el camino de los incas.
Cuando llegamos estaba nublado. A duras penas veíamos los edificios que se nos presentaban en el camino, recorríamos sus caminos sin dimensionar su grandeza. Fue casualidad que cuando llegamos a la parte más alta, desde donde se ve todo Machu Pichu (desde donde se toma la foto que todos hemos visto) se abrió la niebla, y se expuso ante nosotros este lugar enigmático. Aquí vivieron decenas de incas, con sus rutinas, con sus leyes, con sus conflictos y sus arbitrariedades. Aquí se traía a las vírgenes en su preparación, aquí se cultivaba, se oraban, se pensaba. Es un lugar para caminar en silencio, para luego sentarse a observar el paisaje, quizá también para pensar que por años en Latinoamérica hemos visto a los indígenas como una cultura atrasada e ignorante, pero venir acá, y observar este templo nos hace pensar más allá, hasta incluso pensar en lo mucho que todavía podemos aprender de ellos. Si bien no puedo decir que la Inca haya sido una sociedad perfecta, no existe tal sociedad, los indígenas poseen un sentido espiritual como pocos, es eso lo que se vive acá en Machu Pichu, si bien fui criado en un hogar fuertemente católico, creo que el principal error del catolicismo es que se fundamenta en la idea de un dios lejano, un dios sobre natural, un dios más allá de su obra material, creo que este es un principal problema, y nos lo dice Max Weber cuando analiza la ética cristiana, reafirmando que están equivocados quienes piensan que nuestro problema es el materialismo, diría más bien, como me enseñó un poeta colombiano, que nuestro principal error consiste en el poco respeto que tenemos sobre la materia. Los indígenas entendieron que cada obra material, que cada pequeño símbolo natural estaba habitado por dios, tal y como predica la filosofía oriental, y como aprendí con los indígenas de la sierra nevada de santa marta: todo está hilado. Hoy somos testigos de cómo los principales poderes guiados por la filosofía católica son los principales irrespetuosos de la materia que nos sirve de hábitat.
El recorrido en el tren hasta Machu Pichu es hermoso, verdes diversos, amarillos primaverales, hogares indígenas que solo tienen contacto con el mundo gracias a este tren que pasa ante sus ojos, cascadas, montañas rocosas a manera de cañón. Cada pueblo que observamos es meca de una fuerte organización indígena, no hay fincas suntuosas, no hay una exagerada propiedad de la tierra, y sus pueblos un domingo no escuchan música guasca y se embriagan hasta el anochecer, no creo que sea un decorado, lo que vi en estos pueblos fue a indígenas muy comprometidos con sus procesos de organización y participación, tanto así que los domingos juegan beisbol y futbol, no vi trago ni bulla, solo vi indígenas que pedían soles o dólares a cambio de una foto, curiosamente siempre he escuchado a los extranjeros aborrecer esta práctica, dicen que los indígenas se han contaminado, yo no le veo nada de malo, los indígenas han entendido que venimos acá por ese morbo exótico, por esas ganas de ver lo desconocido, lo humano que trasciende en el tiempo.
Todo dialogo cultural es una mezcla de prácticas y de cambios de prácticas, si bien los indígenas utilizan todavía su ropaje y algunas de sus tradiciones – muy pocas - se mantienen intactas, su cultura sigue viva gracias a esa feroz práctica de la globalización que se llama: turismo. Pueden ser gracias a él, ya que este les deja los beneficios necesarios para seguir decorándose y vendiéndose al mundo como una cultura milenaria.